Opinión

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Dialogar con guerra se hace insostenible

La reflexión es de Monseñor Darío Monsalve, quien les pidió al Ejército y las Farc aplicar sin reservas el DIH.

POR JORGE IVÁN POSADA Enviado especial, Cali | Publicado el 10 de agosto de 2014

En Colombia se debe dejar de justificar el asesinato de cualquier persona: sea un civil, un soldado, un delincuente común o un guerrillero. Esa es la reflexión de monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, quien en el Foro Nacional de Víctimas pidió que al país se le "desintoxique" de la mentalidad de limpieza social, de la mentalidad de exterminar al contrario. Eso es lo que ha venido insistiendo por tres décadas este prelado antioqueño que tiene la vocación de pensar distinto de quienes tienen por estilo de vida la guerra. Tanto así que la justicia penal militar lo procesó tres veces y en las tres se defendió: las dos primeras por denunciar dos falsos positivos en Santander y la última porque dijo en 2011 que "Alfonso Cano" murió reducido y en estado de indefensión, "herido, ciego y solo".

Monseñor Monsalve, en diálogo con El Colombiano, insistió en que negociar en medio del conflicto es insostenible a largo plazo y reiteró que el Ejército y la guerrilla deben de cumplir el Derecho Internacional Humanitario (DIH).

¿Qué piensa del debate que se dio en Cali, entre las víctimas del conflicto?

"Creo que la clave es el futuro; es decir, hay que aplicar una justicia transicional y hacer transiciones en muchas cosas. También tenemos que pensar en una Colombia donde ya no tengamos que hablar de víctimas y de victimarios sino que ellos y nosotros —los que no estamos por bondad de Dios en ninguno de los dos lados— aprendamos a ser cada vez más luchadores por los demás, por las causas del bien común para prevenir precisamente la victimización de personas, de pueblos y para solidarizarnos con quienes nos necesitan".

¿Cree que es posible la propuesta de las Farc de que los guerrilleros sean tenidos en cuenta como víctimas del conflicto?

"Las víctimas son todas aquellas que han sufrido el atropello, la violación de sus derechos, que han sido despojados o humillados en su dignidad; todos los que han sido tratados con el ejercicio irracional de la fuerza. Por eso me parece que habría que establecer distintas fases que no significa divisiones. No hay que dividir a las víctimas en categorías pero sí hay unas fases de involucramiento. Las primeras podrían ser estas: todos los hombres y mujeres, inermes, desarmados, víctimas de actores armados. Y otra fase son los vínculos afectivos de todos los actores armados. Por ejemplo, aquí faltan las víctimas que el país nunca considera y son las familias y los pueblos de los territorios de la subversión, las familias de los subversivos. Cuántas familias no pueden saber ni siquiera qué pasó con sus hijos, dónde están sepultados, no han podido recuperar sus restos.

Las familias no son culpables que una hija o un hijo se haya metido en la guerrilla. Sus veredas y sus territorios fueron también vapuleados o por el Ejército que hizo redadas masivas, porque los juzgaba como colaboradores de la subversión, o por los paramilitares que entraron a masacrar esos pueblos.

Lo mismo podemos decir de los vínculos afectivos de los soldados y policías, y de los actores paramilitares. Entonces esa sería una segunda fase, porque mezclarlos no es fácil.

Una tercera fase podrían ser los mismos actores armados. Ahí hay gente que puede decir que hubo violación del derecho a la vida porque se hicieron ejecuciones después de que se rindieran. O hay gente que puede decir que los actores armados no han reconocido el Derecho Internacional Humanitario plenamente".

Pero Monseñor, esa propuesta cayó muy mal entre las víctimas y por otro lado está la insistencia en que soldados y policías también sean tenidos en cuenta como víctimas...

"Ese es uno de los problemas del diálogo en La Habana pero hay que escuchar a los que son actores armados, de uno y otro lado, y que se sienten en condición de víctimas. Y en una última fase, la cuarta, creo que es sobre todos aquellos actores del poder ejecutivo, legislativo, judicial, y que de una u otra forma reclaman condición de víctimas y muchos lo han sido.

Sin embargo, no creo que sea lo mismo un senador de la República, el senador Cristo o el senador Cepeda o el senador Uribe, cualquiera de ellos, que son otra víctima. Me parece que eso son contextos diversos y que cada uno tiene situaciones distintas y que las fronteras entre víctima y victimario hay que tenerlas claras.

Entonces creo que meter a todo el mundo en una misma red no es un buen comienzo. Eso puede ser un signo de unidad pero de muchas dificultades. A partir de esto se podrían establecer unas fases de escucha y de involucramiento porque el problema de no hacer diferencia es muy complejo e inmanejable".

Las víctimas representan la importancia del derecho a la vida. ¿Cómo recuperar el sentido de la misma mientras se dialoga en medio de las balas?

"Ese es el tema clave del cambio cultural que tiene que tener el país porque la peor consecuencia de tantos años y quizá siglos de violencia es la de haber familiarizado al ser humano con el asesinato, con la eliminación del contrario; la de utilizar toda esa agresividad humana para el exterminio. Entonces aquí hemos sido exterminadores unos de otros; ni siquiera depredadores sino exterminadores, y esa mentalidad del asesinato y la depredación humana que incluso ahora llega a extremos tan esquizofrénicos como desmembrar un cadáver. O sacar un cadáver de una fosa, como lo hemos vivido aquí en Cali, que llevaba dos meses de sepultado para volverlo a aporrear y a quemar. Son enfermedades, son patologías de violencia".

La propuesta de desarme

"Y entonces hay que comenzar por el principio y el principio es el desarme. Este país necesita una voluntad política de desarme general y el Estado ha sido sordo en eso. Las Fuerzas Militares tienen una empresa muy grande en la producción y venta de armas y hay mucha corrupción en torno a las armas, eso es un problema. Hay que involucrar a la población civil en que las formas de exterminio, las formas letales, hay que quitarlas de la cultura".

¿Qué piensa Monseñor, a propósito del tema de víctimas, que el país se siga hablando de víctimas justas e injustas, de muertes bien habidas y otras injustas?

"La idea del muerto bueno, del muerto que hay que aplaudir es eso. Aquí yo recuerdo que cuando cayeron los cabecillas de las Farc hemos estado al borde de un carnaval. Creo que lo mismo pasaría en otras circunstancias, eso no debe ser jamás así. Creo que al país lo hemos envenenado y hay que desenvenenarlo, desintoxicarlo de esa mentalidad de limpieza social que siempre la he denunciado como una cosa abominable. Esa es la máxima hipocresía que puede tener una sociedad, que es vivir maniqueamente entre buenos y malos y creer que el que mata es el bueno y el muerto es el malo.

El que mata siempre será el malo y el muerto, si ha matado, no merecía que se le respondiera con la misma ley. Por eso cuando se ajusticia a una persona que se reduce a la impotencia hay que protestar porque le violaron el derecho a la vida".

Se refiere a lo dicho por las Farc de que este Gobierno debe de responder por la muerte de "Alfonso Cano", quien para la guerrilla murió en estado de indefensión...

"Cada cosa en su contexto. Lo que hay que pensar es que el afán ahora no es meter como víctima a todo el mundo. Repito, ahora el afán es superar ese victimismo y esa utilización de las víctimas para fines políticos, tácticos o estratégicos. Aquí hay mucha utilización y manipulación de las víctimas. En su momento dije lo de "Alfonso Cano" y eso ¿qué quiere decir?: que ni el Ejército Colombiano y las Farc han aplicado en forma estricta el Derecho Internacional Humanitario. Ahora, habría que comenzar por realmente poner unos límites a las acciones desproporcionadas de fuerza; a los bombardeos por ejemplo, a la destrucción de torres y de infraestructura con consecuencia de daños enormes para los civiles.

Lo primero que deberían de hacer en La Habana es cómo ponerle límite a las hostilidades dentro del DIH, eso no se lo tienen que inventar, solamente aceptarlo y aplicarlo".

Mucha gente entiende que hasta que no se logre un acuerdo final en La Habana, entonces en el país las partes enfrentadas se tienen que matar hasta las últimas consecuencias...

"Es que lo que está pasando es muy grave. Repito que la idea de dialogar, de negociar y hacer acuerdos en medio de la guerra es insostenible a largo plazo y cada día lo estamos viendo más. Yo no digo que suspendamos la guerra mientras estamos dialogando, pero que se la limite mientras se acuerdan los términos del fin; que se la vaya superando en sus expresiones más dañinas. ¿Cómo me siento yo hablar con usted si mi plan es exterminarlo? Eso es imposible. Es un engaño creer que puede haber un diálogo sin ética, que puede haber una paz ajena a la ética. En eso no nos podemos confundir más los colombianos, tenemos que saber que aquí hay un problema de cultura muy grave. Hay una desfiguración, una deshumanización; hemos creado un monstruo de ser humano propenso al asesinato. Hay mucha gente así, no es todo el mundo, pero hay mucha gente que cayó en esas redes y que siguen con facilidad aceptando todo eso.

La mentalidad de limpieza social es espantosa en el país. Hay que cambiar los discursos para decirle a la gente del poder económico que las cosas hay que cambiarlas, a muchos de ellos que piensan que no les toca hacer nada, que su modelo va a permanecer con seguridad. No, aquí todo el mundo tiene que apostarle a un cambio de fondo. Tenemos que ayudar, hay que comprometer a todo el mundo para que financiemos la reconstrucción de un tejido social con futuro de convivencia y de paz".

 

Tomado de :http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/D/dialogar_con_guerra_se_hace_insostenible/dialogar_con_guerra_se_hace_insostenible.asp