Nacional

DICIEMBRE, mes de buenos augurios, de nuevas esperanzas, de tristezas para unos y de alegría para otros; mes para fortalecer valores y compartir sueños. Mes de gran expectativa de cambio para la clase obrera, expectativa que hoy se desvanece con un pírrico aumento del salario mínimo ($26.587 mensuales, $886 diarios), que no fue más que una quimera.

 

Pero la clase obrera debe entender: que el miedo esclaviza, que el riesgo se puede correr entre todos, que la unión hace y da la fuerza para que cada uno alcance la dignidad que como ser humano se merece. Que el trabajador es más que el rol del empleo en el que se le desprecia su experiencia, se le somete a competencia y se le abusa con el pretexto de que hay muchos que trabajarían por menor remuneración.

 

También deben entender los que aún trabajan para empresas, que ser un trabajador es comprender el pasado, actuar en el presente, pensando en el futuro; que es él, quien genera la riqueza, no sólo su subsistencia como individuo; sino como clase social que tiene que forjar su propio desarrollo, aun inmersos en un modelo económico que reduce al individuo a una simple mercancía, alienando su conciencia, cambiándole el lenguaje y en consecuencia su identidad en la que ya no se le llama trabajador sino colaborador.

 

Es en esta realidad en la que el trabajador, siendo un sujeto de derecho, es tratado como objeto, el cual se puede mover como una mercancía de una empresa a otra, cambiando los relacionamientos y desconociendo la normatividad colectiva, en un trato que siendo legal, trasgrede la línea de la moral de la sociedad; todo bajo el discurso de la ética de la Responsabilidad Social Empresarial, la que se construye como discurso de acuerdo al momento e interés económico de la empresa.

 

La misma ética con la que se pregonan defensores de los derechos humanos mientras desmontan la seguridad social de los trabajadores o pensionados y extinguen los sindicatos, amparados en el poder económico y en la confianza que les da la inoperancia de la justicia.

 

En ese pintoresco escenario, los hoy trabajadores de ISA, mañana muchos lo serán de INTERCOLOMBIA, envueltos en las mismas dinámicas del modelo, piensan que unos tendrán más a expensas de otros, inmersos en la competencia por la acumulación que deshumaniza. Y como resultado de una maniobra en la que ISA se deshace de la gran mayoría de sus trabajadores, separándolos de los activos del STN, con el único vínculo de un contrato de cuentas en participación, que se mantiene “bajo reserva”, serán menos lo que obtengan más y serán más los que obtengan menos.

 

Hoy para la empresa no es relevante prestar un servicio a la sociedad con una misión que dignifique al ser y al colectivo; sino, con la misión simple de triplicar utilidades para sus accionistas. Bajo esta dinámica la dignidad de los trabajadores y las organizaciones sindicales son obstáculos, los cuales se proponen acabar, si los mismos trabajadores lo permiten.

 

Con estas reflexiones y esta realidad que se nos impone, queremos despedir el año que termina, y esperar el año que se avecina en el que pretendemos ser un colectivo más numeroso, que luche por recuperar la unidad, la Lógica, la Estética, la Ética y la Política de la clase trabajadora. Las doctrinas de lo verdadero, de lo bello, de lo bueno y lo público, ideales y realidades humanas reconocidos desde la antigüedad y que aun para nosotros no pierden vigencia, y a ello los invitamos desde la organización sindical.

 

 

Feliz y próspero año 2014.

 

 

 

 

Unidos somos más

 

 

Diciembre 27 de 2013

 

 

 

 

JUNTA DIRECTICA NACIONAL SINTRAISA